Hoy, mientras iba rumbo a algún lado
de esta irónica ciudad en el metro,
me tope con dos ciegos cantores.
Uno tocaba un instrumento de viento;
el otro la guitarra.
Parecían agradecidos con la vida,
no me pregunten porque pensé eso.
Mientras leía a Benedetti,
recordaba a esas dos personas
que habían amenizado
un pequeño instante de mi día.
De repente llegue a un fragmento
de La borra del café que decía así:
<<Los ciegos, como no vemos los muros
(apenas los tocamos), descubrimos,
o tal vez inventamos, otra dimensión
de la libertad, tenemos más tiempo
que los videntes para pensar en ella.>>
Entonces entendí porque esos
dos ciegos cantores parecían
tan agradecidos con la vida.
Hay que ser agradecidos con lo que tenemos,
con lo que somos, y si algo anda mal...
siempre hay oportunidad de remediarlo.
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